Y después todo cambió. Eso que uno veía e intentaba tomar como suyo, se esfumó. Dejando la nada, sólo un vacío difícil de llenar. El tiempo paso, la muchacha no encontró solución. Pero el sol salió. Y el camino se vio. Ella sólo debía confiar, creer en sí misma y aguardar. Su príncipe que no le prometía nada más que conocerla y quererla cada vez más, supo cuidar a cada momento de ella. Haciendo de la muchacha, una princesa incapaz de huir de su cuento de hadas, perfecto, pero a su manera.
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