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martes, 27 de diciembre de 2011

Todo el tiempo siento como si alguien me estuviese evaluando. Como si verificara el modo en el que me muevo, en el que hablo, miro, respiro y siento. Observa cómo me veo por fuera, con sus ojos de juez. Sus palabras dichas en gritos que tranquilamente pueden asimilarse a navajas punzantes, que arrasan con todo, sin otro reparo.
Entonces surge mi pregunta:
¿POR QUÉ? ¿Por qué he de ser perfecta? ¿Por qué he de lucir tan increíblemente esplendorosa y no simplemente ser yo misma? Aceptando mis virtudes y mis defectos. Mis flaquezas y mis fortalezas. Lo que hago bien y lo que no también.
Estoy empecinada en odiarme, en negar que esta soy yo misma, por el simple hecho de que los demás me juzgan, con sus miradas aberrantes.
Pero, ¿qué tengo que ver yo entre toda esa locura subnormal de su parte? ¿Por qué formar parte de su hipocresía que incluso cargan consigo mismo?
¿Por qué continúo ocultándome entre murmuro y murmuro, entre bajar la mirada y el sudor de mis manos?


Respuesta: Porque sé con exactitud, que no existe aquel ser capaz de aceptarme tal como soy.

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